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Confitería del Molino

by argentinarentaparts
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La Confitería del Molino es testigo de los últimos cien años de la Ciudad. Y el 8 de julio de 2022 quedará como una fecha inolvidable porque, por primera vez en todo el siglo XXI, volvió a abrir sus puertas.
¡Ahora podés recorrerla! Las visitas son con entrada gratuita e inscripción previa (consultá fechas). El paseo dura unos 40 minutos y te invita a asombrarte con su suntuosa planta baja (donde funcionaba la confitería), el primer piso (destinado como salón de fiestas), el primer subsuelo (donde estaba el área de elaboración de pastelería) y la terraza (que tiene una vista increíble). Además de las visitas guiadas, se prevé que pronto vuelva a ser el punto de encuentro para quienes quieran disfrutar de un café y de su emblemática pastelería.

Después de 25 años de estar cerrado y tras una gran puesta en valor,
este edificio emblemático de la Ciudad vuelve a tener vida.

La Confitería del Molino comenzó a fines de 1800, cuando los pasteleros Constantino Rossi y Cayetano Brenna abrieron la “Confitería del Centro”, en Rodríguez Peña y Av. Rivadavia. En 1866, cambiaron el nombre por el de “Antigua Confitería del Molino”, como un homenaje al primer molino harinero a vapor que hubo en la Ciudad. Pero, en 1905, Rossi y Brenna compraron el local de la esquina de Av. Rivadavia y Av. Callao, justo enfrente del Congreso de la Nación. Su proyectó incluyó muebles especialmente traídos desde Italia, con cristalería de primera línea, detalles de mármol colosales, vitrales, manijas y terminaciones de bronce. La imponente Confitería del Molino se inauguró el 9 de julio de 1916, en conmemoración del Centenario de la Independencia y pronto se transformó en un emblema del art nouveau en Argentina.

Las visitas son con entrada gratuita e inscripción previa (consultá fechas). El paseo dura unos 40 minutos

En 1930, el local vivió uno de los momentos más duros porque, durante el golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen, sufrió un incendio y cerró sus puertas. La reconstrucción demandó casi un año. En 1978, se produjo una quiebra comercial y la confitería fue comprada por los nietos de Cayetano Brenna, quienes introdujeron una serie de mejoras para adecuarla a los nuevos tiempos. Sobrevivió, hasta que una nueva crisis económica, en 1997, hizo que terminara fundiéndose. Ese mismo año fue declarada Monumento Histórico de la Nación pero permaneció cerrada un cuarto de siglo.

En 2014, el edificio fue transferido al Congreso de la Nación y la Comisión Administradora del Edificio del Molino comenzó una serie de tareas de recuperación de este ícono arquitectónico. En una obra conjunta entre la Ciudad de Buenos Aires, el Congreso y el Gobierno nacional, un equipo multidisciplinario de especialistas trabajó para poner en valor el patrimonio material e inmaterial del lugar y devolverle su esplendor.

Además de una gran cantidad de figuras de la política, por este espacio circularon artistas célebres, como Niní Marshall y Libertad Lamarque. También autores de la talla de Oliverio Girondo y Roberto Arlt, quienes incluso escribieron sobre este tradicional lugar de Buenos Aires. Carlos Gardel dejó su sello en el Leguisamo, un postre que le pidió al pastelero Brenna para homenajear a su amigo, el jockey Irineo Leguisamo. Poco antes del último cierre, la cantante Madonna, que estaba en el país filmando la película “Evita”, eligió la Confitería del Molino para grabar un videoclip.

¿Sabías que…?

  • En el año de la revolución bolchevique, Brenna inventó el “imperial ruso”, un postre que pasó a ser conocido en el mundo como “el postre argentino”.
  • El tango “Gricel”, de José María Contursi y Mariano Mores, refleja una singular historia de amor entre una pareja que se reencontraría en esta confitería después de 22 años.
  • Fue conocida como la “Tercera Cámara” porque era el espacio de encuentro por excelencia entre senadores y diputados nacionales.
  • Lisandro de la Torre, tomaba todos los días un café aquí. También Alfredo Palacios disfrutaba a diario de su cognac y del ritual del café. Además, tenía la costumbre de dejar aquí su sobretodo, para no estar tan abrigado en el Congreso, y pasar a buscarlo a la salida.

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